Un mito es una creencia que se encuentra formulada de manera que parece como una verdad y es expresada de forma absoluta y poco flexible, pese a que no está validada ni comprobada de modo alguno. Estas creencias suelen poseer una gran carga emotiva, concentran muchos sentimientos, y suelen contribuir a crear y mantener la ideología del grupo, por lo que suelen ser resistentes al cambio y al razonamiento.
En este sentido podemos considerar que los mitos románticos son el conjunto de creencias socialmente compartidas sobre la supuesta “verdadera naturaleza” del amor y, que, al igual que sucede en otros ámbitos, también los mitos románticos suelen ser engañosos, irracionales e imposibles de cumplir y que nos encajonan en unas máscaras sociales, que empobrecen nuestras relaciones y nos hacen sufrir porque chocan con la realidad, generalmente menos bella y maravillosa que la fantasía amorosa. (Ferrer, Bosch y Navarro, 2002).
Según diferentes trabajos, estos son algunos de los mitos más comunes:
Mito de la “media naranja”, o creencia en que elegimos a la pareja que teníamos predestinada de algún modo y que ha sido la única o la mejor elección posible. Expresa la idea de que estamos predestinados el uno al otro; es decir, que la otra persona es inevitablemente nuestro par, y solo con ella nos sentimos completos. Su aceptación podría llevar a un nivel de exigencia excesivamente elevado en la relación de pareja, con el consiguiente riesgo de decepción, o de una tolerancia excesiva al considerar que siendo la pareja ideal hay que permitirle más o esforzarse más (uno mismo) para que las cosas vayan bien (pudiendo llegarse a la dependencia afectiva o emocional). Además, no solo existe una persona que encaje con nosotros situada por el destino en algún lugar del universo, sino que nosotros somos responsables de elegir cuales son las características que queremos que tenga la persona susceptible de compartir nuestro proyecto de vida y lo más más probable es que existan bastantes personas en el mundo que cumplan nuestras expectativas y de las que podernos enamorar.
Mito de la exclusividad, o la creencia de que es imposible estar enamorado de dos personas a la vez o creencia de que el amor romántico sólo puede sentirse por una única persona. Este mito es muy potente y tiene que ver con la propiedad privada y el egoísmo humano, que siente como propiedades a las personas y sus cuerpos. La aceptación de esta creencia puede suponer conflictos internos y/o relacionales al entrar en colisión con aquellas normas sociales que imponen las relaciones monógamas.
Mito de los celos, o creencia en que los celos son un signo de amor, e incluso el requisito indispensable de un verdadero amor. Este mito suele usarse habitualmente para justificar comportamientos egoístas, injustos, represivos y, en ocasiones, violentos y aparece en algunos de los modelos explicativos multicausales como uno de los antecedentes de la violencia de género.
Mito de la equivalencia, o creencia en que el “amor” (sentimiento) y el “enamoramiento” (estado más o menos duradero) son equivalentes y, por tanto, si una persona deja de estar apasionadamente enamorada es que ya no ama a su pareja y lo mejor es abandonar la relación. Algunas investigaciones sugieren que los procesos biológicos, psicológicos e interpersonales característicos de las fases de enamoramiento intenso van modificándose con el tiempo, dando lugar a procesos de otro tipo (un amor más sereno). Aceptar este mito supone, en cambio, no reconocer la diferencia entre una cuestión y otra, lo que podría llevar a vivirla de modo traumático.
Mito de la omnipotencia o creencia en que “el amor lo puede todo” y por tanto si hay verdadero amor los obstáculos externos o internos no deben influir sobre la pareja, y es suficiente con el amor para solucionar todos los problemas y para justificar todas las conductas. Este mito puede ser usado como una excusa para no modificar determinados comportamientos o actitudes, o llevar la negación de los conflictos de pareja, dificultando su afrontamiento.
Mito del matrimonio o de la convivencia, creencia en que el amor romántico-pasional debe conducir a la unión estable de la pareja y constituirse en la única base de la convivencia de la pareja y aunque la mayoría de las personas es lo que buscan, no debemos aceptar de manera automática que este debe ser el fin de toda relación. En ocasiones cuando por determinadas cuestiones la convivencia o el matrimonio se hacen inviables damos por sentado que esa relación ya no tiene sentido, cuando deberíamos determinar si seguir o no una relación en función de la satisfacción que ésta nos aporta y en función de si está alineada o no con nuestras expectativas de vida, pero no en función de algo que nos han impuesto que debe ser la culminación de la relación, sin al menos pararnos antes a pensar si estamos de acuerdo o no con esa imposición.
Mito de la pasión eterna o de la perdurabilidad, esto es, creencia en que el amor romántico y pasional de los primeros meses de una relación puede y debe perdurar tras años de convivencia, sin embargo la pasión amorosa tiene “fecha de caducidad” con lo que esta creencia puede tener consecuencias negativas sobre la estabilidad emocional de la persona y de la pareja, porque esto no significa que una vez que se calma el cóctel hormonal deba acabarse la relación, por el contrario puede pasarse a una relación de amor más sereno y profundo en el que toman más importancia otros factores como la complicidad, el apoyo y la confianza que la emoción descontrolada. Además es completamente posible si nos esforzamos en cuidar la relación, mantener viva la pasión durante toda la vida.