Un ataque de pánico es una oleada repentina de miedo o malestar intenso que alcanza su punto máximo en cuestión de unos minutos.
El ataque puede aparecer tanto en una situación concreta (principalmente la asociada con un primer ataque de pánico o que se parece), como sin una razón aparente como cuando la persona está en un estado de calma o incluso durante el sueño (ataque de pánico nocturno).
¿Qué suele sentir una persona ante un ataque de pánico?
- - Palpitaciones o aceleración de la frecuencia cardíaca.
- - Sudoración.
- - Temblor.
- - Sensación de dificultad para respirar o sensación de asfixia.
- - Sensación de ahogo.
- - Dolor o molestias en el tórax.
- - Nauseas o malestar abdominal.
- - Sensación de mareo, inestabilidad, aturdimiento o desmayo.
- - Escalofríos o sensación de calor.
- - Sensación de hormigueo o entumecimiento.
- - Desrealización (sensación de irrealidad) o despersonalización (sensación de estar separado de uno mismo).
- - Miedo a perder el control o a “volverse loco".
- - Miedo a morir.
¿Qué suelen pensar?
Algunos temen que puedan ahogarse o que las crisis de pánico sean el anuncio de una enfermedad no diagnosticada que pueda poner en peligro su vida, como por ejemplo un infarto “me va a dar un ataque”, a pesar de que los controles médicos repetidos, descartan esta posibilidad.
También son frecuentes las preocupaciones sociales, como la vergüenza, debido a los síntomas evidentes de ansiedad o el miedo a no recibir ayuda por parte de los demás “nadie me ayudará”. También suelen tener la creencia de que las crisis de pánico indican que uno se está "volviendo loco", que está perdiendo el control o que es débil emocionalmente.
¿Cómo suelen actuar o comportarse?
Con la intención de minimizar o evitar nuevos ataques de pánico, puede que tomen ansiolíticos, o eviten hacer cosas que les suponga un esfuerzo físico como por ejemplo hacer deporte o dejen de tomar cafeína o conducir. Es muy frecuente que no quieran alejarse de casa y eviten situaciones donde piensen que si les diera la crisis, escapar o pedir ayuda sería muy difícil (transportes públicos, centros comerciales, cines, entre otros…), en algunos casos llegan a abandonar su puesto de trabajo y a no salir de casa sin un acompañante. El desarrollo de estos comportamientos de evitación es lo que se denomina agorafobia.
¿Cómo se supera un trastorno de pánico?
Afortunadamente, es un problema que tiene solución.
Tener un ataque de pánico es muy molesto y desagradable, pero no es dañino ni peligroso. La ansiedad por sí sola, no provoca infartos, ahogos, ni provoca locura. La ansiedad aparece como mecanismo de defensa para “salvarnos ante un peligro” no lo contrario. Una persona que esté haciendo ejercicio de forma intensa y note su corazón a mil, no va a hacer la misma interpretación al sentir sus fuertes latidos.
La ansiedad aparece después de hacer una interpretación catastrófica a esas sensaciones, por ejemplo “pensar que puedo morir o que me puede suceder algo peligroso” (al pensar esto la ansiedad aumenta todavía más).
Por lo tanto, el tratamiento consistirá en:
- 1º) Psicoeducación sobre la ansiedad para que la persona entienda con todo detalle sus síntomas y una explicación de qué variables concretamente están manteniendo su problema (tras la evaluación en la entrevista previa).
- 2º) Técnicas cognitivas para aprender a evaluar de forma correcta las sensaciones físicas y así poder modificar los pensamientos catastróficos por otros más realistas y adaptativos.
- 3º) Estrategias para que la persona pueda ir exponiéndose gradualmente (de menos a más ansiedad), tanto a sus sensaciones corporales internas como a las situaciones externas que pueda estar evitando. El objetivo es ir habituándose y eliminando su temor hacia ellas.